Hoy en día, muchos
exhiben sus propias credenciales de “apóstol”, como si de un oficio, de un
cargo, o de un título se tratara. Se llaman a sí mismos: “apóstol fulano de
tal”; se presentan a los demás de esa manera, lo llevan impreso en sus tarjetas
de visita, y hasta en sus rostros. Lo mismo ocurre, con mayor o menor
incidencia, con los llamados profetas y profetisas.
Se ha convertido en una
fiebre últimamente. Algunos de los que antes eran “simples” y sencillos
pastores de congregación, ahora han “ascendido” de posición y categoría, y son
apóstoles. Comenta el Rev. Robert S. Liichow <<En 1990, un cambio
ocurrió, y el Movimiento Apostólico empezó a nacer. Mi esposa y yo nos reunimos
con no menos de ¡seis apóstoles! que antes habían sido pastores, luego
profetas, y ahora apóstoles>> (1)
Los defensores de esta
calentura, como el Dr. Bill Hamon, (2) aseguran que a lo largo de los últimos
cincuenta años del siglo XX, Dios “ha restaurado” los cinco ministerios de
Efesios 4: 11, es decir: <<…a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros>>.
Pero, ¿es eso así?
¿Realmente Dios ha tenido que restaurar algún ministerio? Cuando hablamos de
restaurar, implícitamente estamos hablando de “recuperar” o “recobrar, o
también “reparar algo deteriorado” (3) ¿Qué es lo que se tenía que mejorar, recuperar
o reparar? ¿Es que Dios hace las cosas a medias?
La pregunta que nos
hacemos es: ¿Qué es lo que realmente quieren decir Hamon, y
todos los demás junto con él?
En primer lugar, no podemos dejar de considerar, que estos maestros
dominionistas nos quieren hacer creer que la Iglesia por siglos y hasta el
momento actual, no ha funcionado según Dios hubiera deseado. No obstante,
aseguran, que por el contrario, ahora Dios ha traído “nueva luz”, y el Espíritu
Santo está levantando a hombres y mujeres especiales y muy “ungidos”, para
causar un “avivamiento mundial” desconocido hasta la fecha. Más que un “avivamiento”, dicen, será una Reforma total y mundial (4)
Según enseñan, ahora,
con el surgimiento de esos hombres, las cosas van a cambiar, y la Iglesia va a
conocer una gloria que hasta la fecha jamás ha visto, incluso
haciendo palidecer a aquellos verdaderos apóstoles de la iglesia primitiva;
¡Cuánta megalomanía!
¿La “segunda” era apostólica?
C. Peter Wagner declaró lo siguiente: <<La Segunda Era Apostólica
empezó el año 2001>>. Y pretendiendo dar mayor énfasis a sus palabras,
agregó, dirigiéndose a sus oyentes: <<Lo importante es que ustedes son la
gente de Dios de hoy en día, ustedes representan el reino de Dios, y ustedes
saben que, nada ha ocurrido hasta ahora, porque el Gobierno de la Iglesia
todavía no se ha establecido>> (énfasis mío) (5)
Dense ustedes cuenta de sus palabras. Lo que sin ambages dice, es que la Iglesia necesita un Gobierno (llámesele G12, o similar), y
que éste se va a levantar. Wagner, junto con todos esos Reformistas
Dominionistas, asegura que en la Iglesia debe vertebrarse una estructura
jerárquica, como la tiene la iglesia católico romana. Por supuesto, ese Gobierno de la Iglesia,
para la Iglesia, es el que viene de la mano de los nuevos apóstoles.
Porque, queridos
amigos, la cuestión de fondo tiene que ver con el entendimiento que Hamon y
muchos otros, como el mencionado C. Peter Wagner, o Eckhart, o Paulk, y cientos
más, deciden tener acerca del sustantivo “apóstol”, así enseñándolo a sus miles
y miles de seguidores. Ese es su caballo de batalla.
C. Peter
Wagner dijo públicamente en un medio televisivo: <<Creo que el Gobierno
de la Iglesia está ya a punto de tomar lugar finalmente, y
esto es lo que la Escritura enseña en Efesios 2:20, que el fundamento de la
Iglesia son los apóstoles y profetas…>>
énfasis mío (6).
Como veremos, nada tiene
que ver esa referencia bíblica de Efesios 2: 20, con lo que postula Wagner… ¡O
es intencionado el asunto, (cosa que es así por parte de muchos de ellos), o
bien en cuanto a teología, hay que decir que son unos negados del todo!
Lamentablemente,
esta última posibilidad, no lo es como tal.
Requieren de cabezas
blancas y de nueva doctrina, para alcanzar sus metas La realidad por la que
dicen entender que Dios ha restaurado el oficio y título de apóstol así como el
de profeta, es debido a que requieren de cabezas visibles, y de nueva doctrina,
que vendrían ambas de las altas bases de la Pirámide de este
mundo (1Jn. 5: 19b), para con
todo ello redirigir a la “Iglesia” hacia el
establecimiento del Nuevo Orden Mundial en
cuanto a lo religioso, es decir, lo que ellos llaman el “Reino”. Esta última es
la meta final.
De ahí todo el énfasis
pseudo evangélico actual, dominionista, reformista y reconstruccionista de que
la Iglesia precisa “conquistar las naciones”; “discipular las naciones”; “establecer el Reino de Cristo”… ¡sin Cristo en persona
presente!
Ya muchos
claramente no sólo niegan públicamente el Arrebatamiento (1 Ts. 4: 13-17), sino también la venida gloriosa del Señor Jesucristo, argumentando que
ya no es necesario que vuelva a la Tierra, porque ya está “corporizado” en la
Iglesia, surgiendo por medio de los “ungidos” apóstoles y profetas que se
estarían levantando… Pero, queridos, ¡Cristo es la
Cabeza de la Iglesia que es Su cuerpo! (Col. 1: 18); ¿han visto ustedes un
cuerpo sin cabeza? ¡Ya no es un cuerpo, sino un cadáver!
Contemplando
todo este panorama, como verdaderos creyentes, nos será de mucha bendición y
necesidad saber por la Palabra, qué son y qué no son los apóstoles.
1. Cristo, el apóstol
primero, y por antonomasia: En primer lugar entendamos lo que significa el
vocablo apóstol, caballo de batalla de esos falsos maestros. Dice así el Nuevo
Diccionario Bíblico Ilustrado: <<La palabra (apóstol) proviene del griego
“apostelo”, que significa “enviar en pos de sí”o “de parte de”>>. Así
pues, vemos que un apóstol es un “enviado”.
No tiene ningún cariz
de autoridad en sí mismo, mando o jerarquía. En Juan 13: 16, leemos: <<De
cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es
mayor que el que le envió>>. Aquí, la palabra “enviado”, se traduce de la
palabra apostolos, que transcrita es apóstol, como ocurre en muchos otros
lugares en el Nuevo Testamento.
En la Biblia vemos que
a Jesucristo se le llama apóstol: <<Por tanto, hermanos santos, participantes
del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra
profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó…>> (Hebreos
3: 1, 2)
Jesucristo fue enviado
al mundo por el Padre para dar su vida por él (Jn. 3: 16). Como vemos, ese
apostolado de Cristo no tuvo ningún cariz de superioridad, mando o jerarquía.
Cristo fue enviado al mundo como víctima, como Cordero de Dios con el único
propósito de servir, y no de ser servido, hasta literalmente dar su vida por nosotros.
El mismo dijo: <<…el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo
de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir,
y para dar su vida en rescate por muchos>> (Marcos 10: 44, 45)
Si Cristo nos dio un
ejemplo así como apóstol, ¿cómo no deberemos nosotros seguir por detrás de Él;
es decir, siguiendo Su ejemplo. El mismo lo dijo: <<De cierto, de cierto os
digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió>>
(Juan 13: 16).
La
pregunta es: ¿Por quién son enviados esos falsos apóstoles?...
Si Cristo no llevaba en
su cartera ninguna tarjeta de presentación en la que se pudiera leer: “Jesús de
Nazaret; Rey de reyes y Señor de señores” (ya que nunca se presentó a sí mismo
ante las multitudes diciendo que era el Rey, que por cierto, lo es), ¿por qué
ese afán de muchos en hacer ostentación de una hipotética autoridad e
hipotéticos título y oficio, encumbrándose ante los demás y con una actitud de
demanda de un reconocimiento y respeto especiales hacia sus personas y supuesto
ministerio? Cristo no lo hizo así, y tenía todos los motivos, porque Él es el
Señor.
2.
El oficio de apóstol:
Ahora bien, la Biblia
nos habla de los doce apóstoles que estuvieron con Jesús (Mt. 10: 2-4). De esos
doce, uno era traidor, murió quitándose la vida, y después de la ascensión del
Señor, escogieron a otro que le reemplazara, a Matías (Hchs. 1: 26).
De la misma manera,
estos hombres humildes y sencillos, no hacían ostentación ninguna de su
privilegio de haber estado conviviendo con el Señor. El mismo Pedro decía:
<<Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con
ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante
de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre
vosotros>> (1 Pedro 5: 1, 2)
El apóstol Pedro,
sencillamente decía que era un anciano (presbiteros en gr.) como los demás
ancianos o pastores de las congregaciones de su tiempo (por extensión, también de
nuestros días).
No hacía alarde de
posición alguna. No mostraba una apariencia de superioridad o jerarquía. No se
imponía ante nadie. Su actitud y obra era de absoluto y abnegado servicio a los
demás, mostrándose tal y como era, sin ningún aire de grandeza, ni de falsa
santidad (Gl. 2: 11-14), tampoco pretendía que le siguieran, sino por el
contrario, que siguieran a Cristo.
Sin embargo, él junto
con los once restantes, si tenía el oficio de apóstol (Hchs. 1: 20b) Por
cierto, era un título exclusivo de los doce, y esto no permite la posibilidad
de una sucesión apostólica (Hch. 1:26; 1 Co. 15: 5; Ap. 21: 14), porque ellos
recibieron la encomienda del Señor acerca de tres cosas básicamente, que sólo
ellos podían satisfacer. A saber:
I.
Ser testigos de la vida del Señor
Por haber sido testigos
de la vida de Cristo, debían dar testimonio de lo que vieron y oyeron. Cuando
iban a elegir a otro apóstol, al dejar vacante su puesto Judas Iscariote a causa
de su infamia, se dijeron: <<Es necesario, pues, que de estos hombres que
han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y
salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que
de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de
su resurrección>> (Hchs. 1: 21, 22) Esa fue la primera de las
encomiendas.
II.
Ser depositarios de la doctrina
El segundo motivo para
ser apóstoles de oficio, obedecía al hecho de haber sido constituidos
depositarios de la doctrina llamada doctrina apostólica. Todo lo que Jesús les
enseñó, y lo que luego recibieron por revelación del Espíritu Santo, debían
darlo a conocer a todos los discípulos de Cristo a través de la Palabra
escrita. Y de estos últimos habla la Escritura, en referencia a lo dicho:
<<Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de
los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de
los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un
templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados
para morada de Dios en el Espíritu>> (Efesios 2: 19-22). Otras escrituras
corroboran esto: 2 Pedro 3: 2; Efesios 3: 5; Judas 17; Hechos 4: 33, etc.
Pablo de Tarso fue más
tarde constituido apóstol también, especialmente por la segunda razón, aunque
más bien, Pablo fue apóstol a los gentiles, es decir, enviado a los gentiles, como
él mismo lo dice (ver Ro. 11: 13)
III.
Ser futuros jueces a las doce tribus de Israel
La tercera encomienda
fue, o más bien será, la de levantarse a juzgar a las doce tribus de Israel en
el tiempo del Reino Mesiánico (Mt. 19: 28) que está por llegar cuando vuelva glorioso
el Señor a esta tierra (Ap. 19: 11-21)
Ese
oficio se terminó
Cuando murieron los
apóstoles mencionados, se terminó para siempre el título y oficio de apóstol.
La razón es obvia. Sólo ellos fueron testigos presenciales de Cristo desde los inicios
de su ministerio, hasta su muerte, resurrección y posterior ascensión a los
cielos.
Sólo a ellos se les
adjudicó la tarea de ser receptores y primeros divulgadores de la Palabra,
contenida en el apartado de la Biblia que llamamos Nuevo Testamento. Una vez
Juan escribió su Apocalipsis, allí se cerró el canon bíblico, y acabó su
ministerio irrepetible.
3.
¿Y los otros apóstoles?:
Efectivamente, la
Biblia nos habla de otros apóstoles, pero veremos que existe una enorme
diferencia entre el primer grupo, el de los doce, y el segundo. Vemos en el Nuevo
Testamento a Andrónico y Junias (Ro. 16:7); a Apolos (1 Co. 4:6,9); a Silvano y
Timoteo (1 Ts. 1:1, 2: 6); a Jacobo, hermano del Señor (Gl. 1:19), etc.
Epafrodito,
el “apostol” de los Filipenses
Curiosamente, leemos
así en Filipenses 2: 25 <<Tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi
hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador
de mis necesidades…>>. Aquí, la palabra española mensajero es traducida de
la griega “apostolon”, la cual eventualmente hubiera sido transliterada al
español: Apóstol (como en otros muchos lugares en el N.T.)
Así que vemos que aquí
Epafrodito es “apóstol”, por el hecho de ser mensajero de los Filipenses.
Evidentemente el hermano Epafrodito no tenía ninguna encomienda de Gobierno
sobre los Filipenses. El era un “simple” mensajero que esa congregación envió
para socorrer en un momento dado a Pablo (Fil. 4: 18); eso sí, exponiendo su propia
vida (Fil. 2: 30)
Bernabé,
el misionero
De todos es sabido que
Bernabé es tratado en Hechos 13: 1, o bien como un profeta o como un maestro.
No obstante, un poco más adelante de la narración del médico Lucas, encontramos:
<<…Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y
se lanzaron entre la multitud…>> (Hchs.14: 14)
Vemos aquí que a
Bernabé se le llama apóstol; pero no nos equivoquemos, en realidad el sentido
es el de enviado, que es como debería haberse traducido del griego original, y que
sólo se transcribió al castellano.
Bernabé era en realidad
un misionero. Un misionero es un enviado. Es un enviado a cumplir con una
misión. La autoridad de su misión provenía del Espíritu Santo y de la iglesia
que le envió, en este caso, la de Antioquia (Hchs. 13: 1, 2)
Aquí es donde debemos
volver a recordar qué es lo que primeramente significa la palabra griega
apostolos, que mal se volcó al español, castellanizándola. Recordemos que dicha
palabra griega significa realmente, no “apóstol” como comúnmente lo entendemos,
sino enviado. Por lo tanto, la autoridad espiritual que un enviado tiene, no es
la suya propia, sino la depositada en él, y dada por la misión o congregación
que le envía.
Entendiendo
mejor las cosas
Así pues, deberíamos
leer ese pasaje de Efesios 4: 11 (así como los otros que hacen referencia a lo
que estamos hablando), de esta manera: <<Y él mismo constituyó a unos, enviados; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores*, y maestros>>.
¡Ya
tenemos un poco más de luz aquí!
(* La palabra que se
traduce por “pastores” es la griega “poimenas”, y significa “pastor que apacienta
y cuida la grey”; en otras palabras, no son necesariamente los ancianos
(presbiteros en gr.), comúnmente llamados los pastores que gobiernan las
congregaciones)
Los
verdaderos “apóstoles” actuales, son los que van en misión
Así pues, ¡Son
“enviados”! ¿Enviados a qué, y por quién? Enviados por parte del Señor (1 Co.
12: 5) a la mies. Esos enviados, entre otros, son los misioneros; los que van a
cumplir la misión de la predicación y extensión del Evangelio. Son los que
predican el Evangelio allí donde no se ha predicado todavía, y plantan
iglesias.
Encontramos lo
siguiente en 1 Corintios 12: 27, 28 <<Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo,
y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente
apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros,
después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don
de lenguas>>.
Ciertamente, pareciera
aquí que nos hablara la Palabra de un orden jerárquico, ya que nos habla de los
apóstoles colocándolos en primer lugar, ¿pero es eso así? ¡No! Por favor, no
olvidemos que esos apóstoles son enviados. Esos hombres son los que en el cuerpo
de Cristo van y abren obra allí donde son enviados. Este versículo nos habla de
un primer lugar de acción, algo así como el “orden de aparición” en el starring
de una película.
Si pudiese existir en
ese versículo mencionado arriba un sentido de importancia, desde luego
deberíamos adjudicarlo a los doce apóstoles que tenían el título y oficio de
ser testigos de Cristo y de ser depositarios de la doctrina de Cristo, y a
nadie más.
Por lo tanto, nada
tiene que ver todo esto con las famosas “redes apostólicas” de la actualidad,
que son en definitiva “redes autócratas” que enredan a los creyentes bajo su control,
haciéndoles llegar mucha, pero mucha herejía. Toda esa herejía es la “nueva doctrina”
dominionista de la que estamos hablando a lo largo de este artículo.
Atención:
La Iglesia de Jesucristo es LIBRE, y el gobierno de la misma, es el gobierno del
Espíritu Santo, para cada congregación (Ap. 2, 3), y para cada creyente (1 Juan
2: 20, 21). Acerca de los enviados, los verdaderos “apóstoles” de hoy, escribe
dando ejemplos el Dr. Antonio Bolainez: <<La inmensa mayoría de estos
misioneros mayoritariamente europeos y estadounidenses, renunciaron a sus
privilegios de vida, y algunos norteamericanos hasta hipotecaron sus casas para
irse de misioneros a Latinoamérica, sabiendo que probablemente nunca iban a
regresar. Estos hombres enviados, fueron a estos países no a robar ni a
quitarle nada a estos pueblos, fueron a dar sus propias vidas al servicio del
Señor Jesucristo. Ellos fundaron múltiples iglesias, y de sus ministerios hasta
hoy en día siguen saliendo ministros; y aunque la mayoría de ellos ya estén
muertos la obra que iniciaron continúa viva>> (7)
Los
verdaderos enviados (apóstoles); los misioneros que llevaron el Evangelio donde
aún no había llegado.
Los enviados
(apóstoles), son los que abren una obra, y en los primeros meses, incluso años,
se encargan de formar al que será el pastor, o los ancianos. Les enseñan los rudimentos
de la Palabra, les ministran, les ayudan en la medida que sea necesario, así como
un buen tutor a sus tutelados. Pero al igual que con una familia natural, que cuando
los hijos crecen, llegan a emanciparse, así cuando el enviado ve que la grey de
Cristo que se originó está lo suficientemente madura en el Señor,
paulatinamente los deja hacer y los libera en la obra del ministerio. No busca
el enseñorearse de ellos, sujetándoles de por vida a sí mismo.
Por así llamarlo,
siempre quedará esa bonita relación de “padre” espiritual a “hijos” espirituales,
pero la relación ya será más como la del padre respecto a los hijos mayores de
edad, emancipados, y seguramente casados y con hijos, porque la historia se
repite.
Cuando
se sigue al hombre…
Así pues, todo esto
nada tiene que ver con las pretensiones de todos esos falsos “apóstoles”
modernos que sólo piensan en asegurarse de que se hace lo que ellos quieren, o
entienden que se debe hacer por parte de los demás que “acogen” bajo su regazo
jerarquizador, ofreciéndoles una hipotética (y a todas luces falsa) cobertura, diciéndoles
lo que tienen o lo que no tienen que hacer; creer o no creer; si no de forma directa,
seguramente con sutilidad. Con el pretexto de ser “padres”, esperan que sus “hijos”,
hagan lo que dicen, y si no, entonces están en desobediencia y rebeldía.
Por favor,
¡No busquen “coberturas” de hombres! La verdadera cobertura es la del Espíritu
Santo, y ésta es de parte del Señor para toda verdadera congregación de Cristo,
y para cada creyente de cada congregación (Ap. 2, 3)
Pero estos falsos
apóstoles esperan que sus subordinados se sujeten de tal modo que digan a casi
todo “amén”, aun y sin tener convicción de las cosas. Argumentan que es una
cuestión de gobierno espiritual; cuestión de obediencia. Muchos de ellos
realmente lo creen así, y así lo enseñan.
Conozco muy de cerca el
caso de un amigo mío, pastor de una congregación, que una vez su “apóstol” le
dijo lo que esperaba de él en cuanto a un asunto en concreto de naturaleza
ministerial. Mi amigo es una persona madura en el Señor y con un probado ministerio
de años.
Le dijo al “apóstol”
que eso no lo veía así, y la respuesta del “apóstol” fue: <<Aunque tu no lo
veas así, por la posición de autoridad y de responsabilidad que tengo sobre ti,
deberías obedecerme aunque tú no lo entiendas, así es como funciona en el reino
de Dios>>
Si nos damos cuenta,
ese “apóstol” se atribuyó el papel del Espíritu Santo, porque sólo Él, que es
Dios, es digno de ser creído aunque no entendamos el asunto que se nos presenta
delante.
Esto, hermanos, ¡no
“funciona así en el reino de Dios” como argumentaba ese falso apóstol! La
obediencia ciega al hombre, no se encuentra en ningún lugar en la Escritura, sino
todo lo contrario (Jer. 17: 5, 6). Si obedecemos ciegamente al hombre, por muy apóstol
que se diga, estamos haciendo un dios de él, y nosotros quedamos atados espiritualmente
bajo su dominio. Leemos así al respecto: <<Porque el que es vencido por
alguno es hecho esclavo del que lo venció>> (2 Pedro 2: 19b)
Otra
vez: ¡Cristo nos hizo libres!
4.
El falso apostolado y la apostasía:
Pero para defender su
falsa posición de autoridad apostólica, muchos de esos presuntos apóstoles
citan pasajes como Efesios 4: 11 <<Y él mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros>>
Dicen que como el
primer ministerio que se menciona es el de “apóstol”, pues entonces, necesariamente
debe ser el de mayor autoridad jerárquica. Pero claro, aquí se nos presenta un
problema. Por esa misma regla de tres, el profeta, que sigue al “apóstol” deberá
tener mayor autoridad que el evangelista, y el evangelista mayor autoridad que
el pastor, y éste que el maestro. Sólo podemos destacar lo ridículo de esta
forma de entender el asunto.
Impartiendo
¿nueva doctrina?
Otro de los versículos
que emplean para seguir defendiendo su argumento es Efesios 3: 5, que dice:
<<…misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los
hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu>>,
dando a entender que así como en la “primera” era apostólica, aquellos hombres
recibían revelación de los misterios de Dios para administrarlos a los santos
(1 Co. 4: 1), así ahora que Dios “está restaurando” el oficio de apóstol será
igual que fue entonces. Es decir, que Dios usará a esos nuevos apóstoles para
que impartan nueva doctrina. ¿Es eso así?...
A pesar de que a muchos
les agrada esta idea, acariciándola, la respuesta es un rotundo ¡NO! Dios no va
a dar más revelación de Sus misterios a nadie, porque el canon bíblico está
cerrado, siendo el último libro el Apocalipsis de Juan. Ya tenemos la Biblia
bajo el brazo, y nada se puede, ni se debe añadir a ella.
El versículo que usan
por antonomasia para defender sus postulados es el de Efesios 2: 20, y del cual
C. Peter Wagner, como vimos anteriormente se acoge para formular su falsa
doctrina de que la Iglesia va a sujetarse a esos nuevos apóstoles y profetas
(por cierto, postulado y magisterio católico romano clarísimo este último).
Y como acertadamente
apunta el Hno. Vicente Mercado: <<Casi siempre tienen una nueva
revelación de Dios para el mundo a través de ellos. Pretenden traernos la nueva
doctrina que el Señor olvidó dar a su Iglesia en los 20 siglos
anteriores>>
Y esto no es simple y
fácil ironía, sino que va mucho más allá de lo muchos pudieran siquiera
imaginar. El ya mencionado Dr. Bill Hamon, uno de los expositores de los “nuevos
apóstoles y profetas”, aseguró: <<La iglesia del siglo XXI será
irreconocible en comparación con la iglesia del día de hoy. Los apóstoles y
profetas de los últimos días que están vivos en el día de hoy tomarán la
iglesia a través de la transición de la dispensación de la gracia a la dispensación
del reino, de la dispensación de la iglesia mortal a la iglesia inmortal.” (8)
¡Impresionante!
Es decir, que desde un
posicionamiento absolutamente Dominionista, a través de esos super ungidos
apóstoles y profetas, la Iglesia pasará a ser inmortal sin haber pasado por el
Rapto y la resurrección de los muertos (1 Ts. 4: 13-17), sin haber pasado por
el Tribunal de Cristo (2 Co. 5: 10), sin haber pasado por las Bodas (Ap. 19:
7), sin haber pasado por las Cenas de las Bodas (Ap. 19: 9), y sin haber
regresado con Cristo en gloria (Zac. 14: 5; Ap. 19: 11-20), el Único que puede
y debe establecer el Reino en este mundo (Ap. 20: 4). ¡Asombroso! ¡Asombroso
que hayan tantos que crean a estos falsos maestros!
Viendo y entendiendo
todo esto, hermanos, ¡huyamos de los falsos apóstoles! Por cierto que la
Palabra nos habla de ellos. Los hubo entonces (Ap. 2: 2; 2 Co 11:5, 13; Hchs.
13: 5; Ap. 16: 13; 2 Pr. 2: 1), y los hay ahora.
A.
Apostasía: Cambio de espíritu:
Cuando hablamos de
apostasía, nos parece algo como muy lejano, algo digno de todos aquellos
malvados que abiertamente y de palabra niegan a Jesucristo, diciendo que jamás
existió o que era un farsante, o algo por el estilo. No obstante, la Biblia no
enseña eso exactamente. Cuando bíblicamente estamos hablando de apostasía, no
es necesario irnos al extremo citado.
La palabra apostasía es
de origen griego, y está formada por dos vocablos: apo (caer), y (stasia)
fundamento. Así pues apostasía significa caer del fundamento. Ahora bien, sabemos
que el fundamento de nuestra fe es Jesucristo, y no se puede poner otro fundamento
que ese (1 Co. 3: 11). Pero, ¿qué ocurre con todas esas personas que se dicen
creyentes en Jesucristo y que tienen su fe puesta en otros fundamentos? ¿No estarán
apostatando? Y diremos, ¿cómo puede ser esto así? Pues sí puede ser, cada vez que
esos creyentes siguen la doctrina del hombre.
Por supuesto que la
apostasía como tal no ocurre de un día para otro; es un proceso que requiere su
tiempo. Pero poco a poco se van deslizando sin darse plena cuenta, y el engaño
va tomando lugar en sus vidas, y con él, un cambio de espíritu. La dependencia
del Espíritu Santo poco a poco va siendo cada vez menor para estas queridas
personas, al tiempo que van dependiendo cada vez más de otro espíritu. Es terrible
lo que está ocurriendo, y una inmensa multitud de cristianos bien
intencionados, pero con la guardia baja, avanzan por la ruta del error, sin
percatarse del gravísimo peligro que corren, porque siguen a hombres que les
extravían.
El
pecado imperdonable
Estoy persuadido de que
el pecado imperdonable, la blasfemia contra el Espíritu Santo, (Lc. 12: 10) es
justamente el apostatar. El que realmente apostata, ya no puede ser restaurado,
el Espíritu Santo ya partió de esa vida, para jamás volver; aunque seguramente,
esa persona siga llamándose cristiana.
Por lo tanto, debemos
guardarnos sin mancha del mundo (Stgo. 1: 27b), y de las asechanzas del diablo
(Ef. 6: 11), sobretodo de las que promueve el maligno a través de los falsos ministros y falsos hermanos.
Hoy en día escuchamos
frases como <<Yo confío en mis líderes>>, como si esa fuera una
virtud en sí misma; y no estoy hablando de desconfiar de los pastores, sino de seguir
sus dictados al pie de la letra sin cerciorarse antes de la veracidad bíblica
de sus postulados. Cuando un líder, un pretendido “apóstol”, por ejemplo, cree
seguir el designio de Dios de decidir lo que los demás deben o no creer,
tenemos entonces aquí otro fundamento que no es Cristo. Tal personaje se ha
convertido en un “en vez de” Cristo (un anticristo), y todos los que le siguen
están en el camino de apostatar.
Claro y ejemplo extremo
de esta actuación lo tenemos en los papas de Roma, los cuales, a través de sus
bulas, encíclicas y concilios deciden qué deben creer sus fieles, y que no. Ellos
son anticristo, y sus feligreses están perdidos. Lamentablemente, ese es el
camino que muchos evangélicos han empezado a recorrer, sobretodo en el mundo
carismático y neopentecostal, edificando en ese sentido, sobre fundamentos
ajenos al verdadero, que es Cristo, y consecuentemente, su Palabra.
Cuando
el hombre se levanta en “nombre de Dios”
Cuando un hombre se
levanta diciendo que tiene la “última revelación”, y esta revelación no se
corresponde con lo revelado en la Biblia por mucho que lo adorne, jure y
perjure que es escritural, se activa el espíritu de anticristo.
Idolatrando al Hombre
Cuando los creyentes
empiezan a seguir los postulados no bíblicos de ese hombre, se activa el
espíritu de apostasía. Cuando los creyentes permanecen en ese espíritu de apostasía,
muchos y sin darse cuenta, empiezan a apostatar definitivamente. Por eso es tan
esencial en estos días se levanten los atalayas dando la pertinente voz, que es
la denuncia en amor contra estas cosas, tal y como se halla en la Palabra (Jud.
3, 4). Y se levanten a voz en cuello si es necesario. Este ha sido el propósito
de este largo artículo.
Dios
les bendiga.
©
Miguel Rosell Carrillo, Pastor de Centro Rey, Madrid, España
Agosto
2006
Mucha Gente le cree más a estos hijos del diablo que a la misma Biblia
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